Comparto el material y las indicaciones para la semana del 6 al 8 de mayo.
1. El cuento será Bola de sebo. Hay que entregar la reseña (no es lo mismo que el resumen)
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/fran/maupassa/bola_de_sebo.htm
2. El cortometraje: ¿Qué me va a hacer? De él deben entregar la sinopsis.
https://www.youtube.com/watch?v=MdvotL0PtxM
miércoles, 29 de abril de 2015
viernes, 24 de abril de 2015
Cortometraje para la última semana de abril
Se trata de verla y ya.
https://www.youtube.com/watch?v=JH4VHE8WcVA
https://www.youtube.com/watch?v=JH4VHE8WcVA
Para evaluar el ensayo
Comparto una lista de cotejo para que evalúes tu ensayo.
Evaluación de ensayo
I. Portada.
¿Contiene título del trabajo?
¿Contiene como subtítulo la palabra “Ensayo”?
¿Tiene nombre del autor?
¿Tiene fecha de entrega?
II. Presentación.
2.1. Resumen.
2.1.1. ¿El apartado se identifica con la palabra “Resumen” o
“abstract”?
2.1.2. ¿El resumen no rebasa las 250 palabras?
2.1.3. ¿El resumen expone el problema, la respuesta, las
razones y la conclusión?
2.2. Conceptos clave.
2.2.1. ¿El apartado se identifica con el título “Conceptos
clave”?
2.2.2. ¿Contiene entre tres y cinco conceptos?
III. Introducción.
3.1. ¿Está al principio del texto (en uno de los primeros
párrafos)?
3.2. ¿Expone de qué trata el texto o cómo leerlo?
3.3. ¿Emplea marcador textual para identificar la
introducción?
IV. Desarrollo.
4.1. Problema.
4.1.1. ¿Presenta la pregunta que tratará de responder?
4.1.2. ¿Indica qué es lo que significa la pregunta?
4.1.3. ¿Explica por qué es importante preguntarlo/responderla?
4.1.4. ¿Ocupa marcador textual para señalar el problema?
4.1.5. ¿Presenta definición de algún concepto?
4.1.6. ¿Hace referencia a otros autores?
4.1.7. En su caso, ¿hace referencias a fuentes?
4.1.8. ¿Emplea marcador textual para señalar que es el
problema?
V. Discusión.
5.1. Hipótesis
5.1.1. ¿Presenta la respuesta a la pregunta?
5.1.2. ¿La respuesta que da corresponde a la pregunta que
presenta en 4.1?
5.2. Razones
5.2.1. ¿Presenta razones que apoyan su respuesta?
5.2.2. ¿Presenta razones que contradicen la respuesta?
5.2.3. ¿Confronta las razones?
5.2.4. ¿Evalúa la fuerza o garantía de las razones que
presenta?
5.2.5. ¿Presenta definición de algún concepto?
5.2.6. ¿Hace referencia a otros autores?
5.2.7. En su caso, ¿hace referencias a fuentes?
4.1.8. ¿Emplea marcador textual para señalar que es la
discusión?
VI. Conclusión.
6.1. ¿Dedica un párrafo o parte de él para recuperar y
presentar de manera resumida la discusión?
6.2. ¿La conclusión se obtiene de la discusión?
6.3. ¿Emplea marcador textual para señalar que es la
conclusión?
VII. Fuentes
7.1. ¿Presenta las fuentes de consulta que empleó?
7.2. ¿Las fuentes están presentadas en el estilo indicado
(APA en este caso)?
7.3. ¿Las fuentes está ordenadas de manera abcedárica?
7.4. ¿Presenta la referencia de todas las fuentes que empleó?
miércoles, 22 de abril de 2015
¿Cómo hacer citas y notas al texto?
No, no se trata de citas de amor sino de citas textuales.
Aunque todo es importante, las partes que necesitan consultar son el capítulo 8 (97 a 102) y el apartado 9.2 (pp 107 a 115).
Es importante que recuerden que las referencias a fuente se harán con el estilo APA (http://www.cva.itesm.mx/biblioteca/pagina_con_formato_version_oct/apa.htm).
Para saber cómo se hacen las citas de texto y las notas al texto tienen que consultar los capítulos 8 y 9 (pp 97 a 115) del libro de Laura Cázarez Hernández et al. Técnicas actuales de investigación documental, coeditado por Trillas y UAM. El libro está en la biblioteca. Sugiero que lo fotocopien para tenerlo como texto de consulta.
Aunque todo es importante, las partes que necesitan consultar son el capítulo 8 (97 a 102) y el apartado 9.2 (pp 107 a 115).
Es importante que recuerden que las referencias a fuente se harán con el estilo APA (http://www.cva.itesm.mx/biblioteca/pagina_con_formato_version_oct/apa.htm).
viernes, 17 de abril de 2015
Pierre Menard, autor del Quijote
Pierre Menard, autor del
Quijote
Jorge Luis Borges
El jardín de senderos que se bifurcan (1941; Ficciones, 1944)
A
Silvina Ocampo
La obra visible que ha dejado este novelista es de fácil y breve
enumeración. Son, por lo tanto, imperdonables las omisiones y adiciones
perpetradas por madame Henri Bachelier en un catálogo falaz que cierto diario
cuya tendencia protestante no es un secreto ha tenido la desconsideración de
inferir a sus deplorables lectores -si bien estos son pocos y calvinistas,
cuando no masones y circuncisos. Los amigos auténticos de Menard han visto con
alarma ese catálogo y aun con cierta tristeza. Diríase que ayer nos reunimos
ante el mármol final y entre los cipreses infaustos y ya el Error trata de
empañar su Memoria... Decididamente, una breve rectificación es inevitable.
Me consta que es muy fácil recusar mi pobre autoridad. Espero, sin
embargo, que no me prohibirán mencionar dos altos testimonios. La baronesa de
Bacourt (en cuyos vendredis inolvidables tuve el honor de conocer al llorado
poeta) ha tenido a bien aprobar las líneas que siguen. La condesa de
Bagnoregio, uno de los espíritus más finos del principado de Mónaco (y ahora de
Pittsburgh, Pennsylvania, después de su reciente boda con el filántropo
internacional Simón Kautzsch, tan calumniado, ¡ay!, por las víctimas de sus
desinteresadas maniobras) ha sacrificado “a la veracidad y a la muerte” (tales
son sus palabras) la señoril reserva que la distingue y en una carta abierta
publicada en la revista Luxe me
concede asimismo su beneplácito. Esas ejecutorias, creo, no son insuficientes.
He dicho que la obra visible de Menard es fácilmente enumerable.
Examinado con esmero su archivo particular, he verificado que consta de las
piezas que siguen:
a) Un soneto simbolista que apareció dos veces (con variaciones)
en la revista La Conque (números de
marzo y octubre de 1899).
b) Una monografía sobre la posibilidad de construir un vocabulario
poético de conceptos que no fueran sinónimos o perífrasis de los que informan
el lenguaje común, “sino objetos ideales creados por una convención y
esencialmente destinados a las necesidades poéticas” (Nîmes, 1901).
c) Una monografía sobre “ciertas conexiones o afinidades” del
pensamiento de Descartes, de Leibniz y de John Wilkins (Nîmes, 1903).
d) Una monografía sobre la Characteristica
Universalis de Leibniz (Nîmes, 1904).
e) Un artículo técnico sobre la posibilidad de enriquece
﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽r el ajedrez eliminando uno de los peones de
torre. Menard propone, recomienda, discute y acaba por rechazar esa innovación.
f) Una monografía sobre el Ars
Magna Generalis de Ramón Llull (Nîmes, 1906).
g) Una traducción con prólogo y notas del Libro de la invención liberal y arte del juego del axedrez de Ruy
López de Segura (París, 1907).
h) Los borradores de una monografía sobre la lógica simbólica de
George Boole.
i) Un examen de las leyes métricas esenciales de la prosa
francesa, ilustrado con ejemplos de SaintSimon (Revue des Langues Romanes, Montpellier, octubre de 1909).
j) Una réplica a Luc Durtain (que había negado la existencia de
tales leyes) ilustrada con ejemplos de Luc Durtain (Revue des Langues Romanes, Montpellier, diciembre de 1909).
k) Una traducción manuscrita de la Aguja de navegar cultos de Quevedo, intitulada La Boussole des précieux.
l) Un prefacio al catálogo de la exposición de litografías de
Carolus Hourcade (Nîmes, 1914).
m) La obra Les Problèmes
d'un problème (París, 1917) que discute en orden cronológico las soluciones
del ilustre problema de Aquiles y la tortuga. Dos ediciones de este libro han
aparecido hasta ahora; la segunda trae como epígrafe el consejo de Leibniz Ne craignez point, monsieur, la tortue,
y renueva los capítulos dedicados a Russell y a Descartes.
n) Un obstinado análisis de las “costumbres sintácticas” de Toulet
(N.R.F., marzo de 1921). Menard recuerdo declaraba que censurar y alabar son
operaciones sentimentales que nada tienen que ver con la crítica.
o) Una transposición en alejandrinos del Cimetière marin, de Paul Valéry (N.R.F., enero de 1928).
p) Una invectiva contra Paul Valéry, en las Hojas para la supresión de la realidad de Jacques Reboul. (Esa
invectiva, dicho sea entre paréntesis, es el reverso exacto de su verdadera
opinión sobre Valéry. Éste así lo entendió y la amistad antigua de los dos no
corrió peligro.)
q) Una “definición” de la condesa de Bagnoregio, en el “victorioso
volumen” la locución es de otro colaborador, Gabriele d'Annunzio que
anualmente publica esta dama para rectificar los inevitables falseos del
periodismo y presentar “al mundo y a Italia” una auténtica efigie de su
persona, tan expuesta (en razón misma de su belleza y de su actuación) a
interpretaciones erróneas o apresuradas.
r) Un ciclo de admirables sonetos para la baronesa de Bacourt
(1934).
s) Una lista manuscrita de versos que deben su eficacia a la
puntuación. [1]
Hasta aquí (sin otra omisión que unos vagos sonetos
circunstanciales para el hospitalario, o ávido, álbum de madame Henri
Bachelier) la obra visible de Menard, en su orden cronológico. Paso ahora a la otra:
la subterránea, la interminablemente heroica, la impar. También, ¡ay de las
posibilidades del hombre!, la inconclusa. Esa obra, tal vez la más
significativa de nuestro tiempo, consta de los capítulos noveno y trigésimo
octavo de la primera parte del Don Quijote y de un fragmento del capítulo
veintidós. Yo sé que tal afirmación parece un dislate; justificar ese “dislate”
es el objeto primordial de esta nota. [2]
Dos textos de valor desigual inspiraron la empresa. Uno es aquel
fragmento filológico de Novalis -el que lleva el número 2005 en la edición de
Dresden- que esboza el tema de la total identificación con un autor
determinado. Otro es uno de esos libros parasitarios que sitúan a Cristo en un
bulevar, a Hamlet en la Cannebiére o a don Quijote en Wall Street. Como todo
hombre de buen gusto, Menard abominaba de esos carnavales inútiles, sólo aptos decía
para ocasionar el plebeyo placer del anacronismo o (lo que es peor) para
embelesarnos con la idea primaria de que todas las épocas son iguales o de que
son distintas. Más interesante, aunque de ejecución contradictoria y
superficial, le parecía el famoso propósito de Daudet: conjugar en una figura,
que es Tartarín, al Ingenioso Hidalgo y a su escudero... Quienes han insinuado
que Menard dedicó su vida a escribir un Quijote contemporáneo, calumnian su
clara memoria.
No quería componer otro Quijote -lo cual es fácil- sino el
Quijote. Inútil agregar que no encaró nunca una transcripción mecánica del
original; no se proponía copiarlo. Su admirable ambición era producir unas
páginas que coincidieran palabra por palabra y línea por línea con las de
Miguel de Cervantes.
“Mi propósito es meramente asombroso”, me escribió el 30 de
septiembre de 1934 desde Bayonne. “El término final de una demostración teológica
o metafísica -el mundo externo, Dios, la causalidad, las formas universales- no
es menos anterior y común que mi divulgada novela. La sola diferencia es que
los filósofos publican en agradables volúmenes las etapas intermediarias de su
labor y que yo he resuelto perderlas.” En efecto, no queda un solo borrador que
atestigüe ese trabajo de años.
El método inicial que imaginó era relativamente sencillo. Conocer
bien el español, recuperar la fe católica, guerrear contra los moros o contra
el turco, olvidar la historia de Europa entre los años de 1602 y de 1918, ser
Miguel de Cervantes. Pierre Menard estudió ese
procedimiento (sé que logró un manejo bastante fiel del español del siglo
diecisiete) pero lo descartó por fácil. ¡Más bien por imposible! dirá el
lector. De acuerdo, pero la empresa era de antemano imposible y de todos los
medios imposibles para llevarla a término, éste era el menos interesante. Ser
en el siglo veinte un novelista popular del siglo diecisiete le pareció una
disminución. Ser, de alguna manera, Cervantes y llegar al Quijote le pareció
menos arduo por -consiguiente, menos interesante- que seguir siendo Pierre
Menard y llegar al Quijote, a través de las experiencias de Pierre Menard. (Esa
convicción, dicho sea de paso, le hizo excluir el prólogo autobiográfico de la
segunda parte del Don Quijote. Incluir ese prólogo hubiera sido crear otro
personaje -Cervantes- pero también hubiera significado presentar el Quijote en
función de ese personaje y no de Menard. Éste, naturalmente, se negó a esa
facilidad.) “Mi empresa no es difícil, esencialmente” leo en otro lugar de la
carta. “Me bastaría ser inmortal para llevarla a cabo.” ¿Confesaré que suelo
imaginar que la terminó y que leo el Quijote -todo el Quijote- como si lo
hubiera pensado Menard? Noches pasadas, al hojear el capítulo xxvi -no ensayado
nunca por él- reconocí el estilo de nuestro amigo y como su voz en esta frase
excepcional: las ninfas de los ríos, la dolorosa y húmida Eco. Esa conjunción
eficaz de un adjetivo moral y otro físico me trajo a la memoria un verso de
Shakespeare, que discutimos una tarde:
Where a malignant and a
turbaned Turk...
¿Por qué precisamente el Quijote? dirá nuestro lector. Esa
preferencia, en un español, no hubiera sido inexplicable; pero sin duda lo es
en un simbolista de Nîmes, devoto esencialmente de Poe, que engendró a
Baudelaire, que engendró a Mallarmé, que engendró a Valéry, que engendró a
Edmond Teste. La carta precitada ilumina el punto. “El Quijote”, aclara Menard,
“me interesa profundamente, pero no me parece ¿cómo lo diré? inevitable. No
puedo imaginar el universo sin la interjección de Edgar Allan Poe:
Ah, bear in mind this garden
was enchanted!
o sin el Bateau ivre o
el Ancient Mariner, pero me sé capaz de imaginarlo sin el
Quijote. (Hablo, naturalmente, de mi capacidad personal, no de la resonancia
histórica de las obras.) El Quijote es un libro contingente, el Quijote es
innecesario. Puedo premeditar su escritura, puedo escribirlo, sin incurrir en
una tautología. A los doce o trece años lo leí, tal vez íntegramente. Después,
he releído con atención algunos capítulos, aquellos que no intentaré por ahora.
He cursado asimismo los entremeses, las comedias, la Galatea, las Novelas
ejemplares, los trabajos sin duda laboriosos de Persiles y Segismunda y el Viaje
del Parnaso... Mi recuerdo general del Quijote, simplificado por el olvido
y la indiferencia, puede muy bien equivaler a la imprecisa imagen anterior de
un libro no escrito. Postulada esa imagen (que nadie en buena ley me puede
negar) es indiscutible que mi problema es harto más difícil que el de
Cervantes. Mi complaciente precursor no rehusó la colaboración del azar: iba
componiendo la obra inmortal un poco à la
diable, llevado por inercias del lenguaje y de la invención. Yo he
contraído el misterioso deber de reconstruir literalmente su obra espontánea.
Mi solitario juego está gobernado por dos leyes polares. La primera me permite
ensayar variantes de tipo formal o psicológico; la segunda me obliga a
sacrificarlas al texto ‘original’ y a razonar de un modo irrefutable esa
aniquilación... A esas trabas artificiales hay que sumar otra, congénita.
Componer el Quijote a principios del siglo diecisiete era una empresa
razonable, necesaria, acaso fatal; a principios del veinte, es casi imposible.
No en vano han transcurrido trescientos años, cargados de complejísimos hechos.
Entre ellos, para mencionar uno solo: el mismo Quijote.”
A pesar de esos tres obstáculos, el fragmentario Quijote de Menard
es más sutil que el de Cervantes. Éste, de un modo burdo, opone a las ficciones
caballerescas la pobre realidad provinciana de su país; Menard elige como
“realidad” la tierra de Carmen durante el siglo de Lepanto y de Lope. ¡Qué
españoladas no habría aconsejado esa elección a Maurice Barrès o al doctor
Rodríguez Larreta! Menard, con toda naturalidad, las elude. En su obra no hay
gitanerías ni conquistadores ni místicos ni Felipe II ni autos de fe.
Desatiende o proscribe el color local. Ese desdén indica un sentido nuevo de la
novela histórica. Ese desdén condena a Salammbô,
inapelablemente.
No menos asombroso es considerar capítulos aislados. Por ejemplo,
examinemos el xxxviii de la primera parte, “que trata del curioso discurso que
hizo don Quixote de las armas y las letras”. Es sabido que don Quijote (como
Quevedo en el pasaje análogo, y posterior, de La hora de todos) falla el pleito contra las letras y en favor de
las armas. Cervantes era un viejo militar: su fallo se explica. ¡Pero que el
don Quijote de Pierre Menard -hombre contemporáneo de La trahison des clercs y de Bertrand Russell- reincida en esas
nebulosas sofisterías! Madame Bachelier ha visto en ellas una admirable y
típica subordinación del autor a la psicología del héroe; otros (nada perspicazmente)
una transcripción del Quijote; la baronesa de Bacourt, la influencia de
Nietzsche. A esa tercera interpretación (que juzgo irrefutable) no sé si me
atreveré a añadir una cuarta, que condice muy bien con la casi divina modestia
de Pierre Menard: su hábito resignado o irónico de propagar ideas que eran el
estricto reverso de las preferidas por él. (Rememoremos otra vez su diatriba
contra Paul Valéry en la efímera hoja superrealista de Jacques Reboul.) El
texto de Cervantes y el de Menard son verbalmente idénticos, pero el segundo es
casi infinitamente más rico. (Más ambiguo, dirán sus detractores; pero la
ambigüedad es una riqueza.)
Es una revelación cotejar el Don Quijote de Menard con el de
Cervantes. Éste, por ejemplo, escribió (Don Quijote, primera parte, noveno
capítulo):
... la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo,
depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente,
advertencia de lo por venir.
Redactada en el siglo diecisiete, redactada por el “ingenio lego”
Cervantes, esa enumeración es un mero elogio retórico de la historia. Menard,
en cambio, escribe:
... la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo,
depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente,
advertencia de lo por venir.
La historia, madre de la verdad; la idea es asombrosa. Menard,
contemporáneo de William James, no define la historia como una indagación de la
realidad sino como su origen. La verdad histórica, para él, no es lo que
sucedió; es lo que juzgamos que sucedió. Las cláusulas finales -ejemplo y aviso
de lo presente, advertencia de lo por venir- son descaradamente pragmáticas.
También es vívido el contraste de los estilos. El estilo
arcaizante de Menard -extranjero al fin- adolece de alguna afectación. No así
el del precursor, que maneja con desenfado el español corriente de su época.
No hay ejercicio intelectual que no sea finalmente inútil. Una
doctrina es al principio una descripción verosímil del universo; giran los años
y es un mero capítulo -cuando no un párrafo o un nombre- de la historia de la
filosofía. En la literatura, esa caducidad es aún más notoria. El Quijote -me
dijo Menard- fue ante todo un libro agradable; ahora es una ocasión de brindis
patriótico, de soberbia gramatical, de obscenas ediciones de lujo. La gloria es
una incomprensión y quizá la peor.
Nada tienen de nuevo esas comprobaciones nihilistas; lo singular
es la decisión que de ellas derivó Pierre Menard. Resolvió adelantarse a la
vanidad que aguarda todas las fatigas del hombre; acometió una empresa
complejísima y de antemano fútil. Dedicó sus escrúpulos y vigilias a repetir en
un idioma ajeno un libro preexistente. Multiplicó los borradores; corrigió
tenazmente y desgarró miles de páginas manuscritas.[3] No permitió que fueran
examinadas por nadie y cuidó que no le sobrevivieran. En vano he procurado
reconstruirlas.
He reflexionado que es lícito ver en el Quijote “final” una
especie de palimpsesto, en el que deben traslucirse los rastros -Tenues pero no
indescifrables- de la “previa” escritura de nuestro amigo. Desgraciadamente,
sólo un segundo Pierre Menard, invirtiendo el trabajo del anterior, podría
exhumar y resucitar esas Troyas...
“Pensar, analizar, inventar (me escribió también) no son actos
anómalos, son la normal respiración de la inteligencia. Glorificar el ocasional
cumplimiento de esa función, atesorar antiguos y ajenos pensamientos, recordar
con incrédulo estupor que el doctor universalis pensó, es confesar nuestra
languidez o nuestra barbarie. Todo hombre debe ser capaz de todas las ideas y
entiendo que en el porvenir lo será.”
Menard (acaso sin quererlo) ha enriquecido mediante una técnica
nueva el arte detenido y rudimentario de la lectura: la técnica del anacronismo
deliberado y de las atribuciones erróneas. Esa técnica de aplicación infinita
nos insta a recorrer la Odisea como
si fuera posterior a la Eneida y el
libro Le jardin du Centaure de madame
Henri Bachelier como si fuera de madame Henri Bachelier. Esa técnica puebla de
aventura los libros más calmosos. Atribuir a Louis Ferdinand Céline o a James
Joyce la Imitación de Cristo ¿no es
una suficiente renovación de esos tenues avisos espirituales?
Nîmes, 1939
[1] Madame Henri Bachelier enumera asimismo una
versión literal de la versión literal que hizo Quevedo de la Introduction à la
vie dévote de san Francisco de Sales. En la biblioteca de Pierre Menard no hay
rastros de tal obra. Debe tratarse de una broma de nuestro amigo, mal
escuchada.
[2] Tuve también el propósito secundario de
bosquejar la imagen de Pierre Menard. Pero ¿cómo atreverme a competir con las
páginas áureas que me dicen prepara la baronesa de Bacourt o con el lápiz
delicado y puntual de Carolus Hourcade?
[3] Recuerdo sus cuadernos cuadriculados, sus
negras tachaduras, sus peculiares símbolos tipográficos y su letra de insecto.
En los atardeceres le gustaba salir a caminar por los arrabales de Nîmes; solía
llevar consigo un cuaderno y hacer una alegre fogata.
para la semana del lunes 20 al viernes 24 de abril.
El cortometraje: Sin sostén.
https://www.youtube.com/watch?v=QFo6JewDG44
Pregunta a resolver: ¿por qué y para qué ese título?
El cuento.
En honor al Día internacional del libro leerán un cuento sobre libros: Pierre Menard, autor del Quijote. Lo hallarán en: http://www.apocatastasis.com/narrativa/pierre-menard-autor-quijote-borges.php#axzz3XZZpAD8B
Si lo quieren imprimir, en lugar de leerlo en línea, lo comparto en otra entrada de este blog.
Nota. Es conveniente que lo traigan impreso para analizar algunos detalles en clase.
https://www.youtube.com/watch?v=QFo6JewDG44
Pregunta a resolver: ¿por qué y para qué ese título?
El cuento.
En honor al Día internacional del libro leerán un cuento sobre libros: Pierre Menard, autor del Quijote. Lo hallarán en: http://www.apocatastasis.com/narrativa/pierre-menard-autor-quijote-borges.php#axzz3XZZpAD8B
Si lo quieren imprimir, en lugar de leerlo en línea, lo comparto en otra entrada de este blog.
Nota. Es conveniente que lo traigan impreso para analizar algunos detalles en clase.
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